sábado, 2 de enero de 2010

21 Julio 2009 Pepinillos y Morfeo


Pepinillos en vinagre a las 4,49. Bien. Eso y que acabo de rescatar el último filtro para liarme un cigarrillo un poco decente. Por no mencionar que tanto sueño como tenía no ha sido suficiente para convencer a Morfeo de que me abra las puertas esta noche. Cojonudo. Últimamente le odio, por eso y por torturarme con dulces sueños de rostros que amo. Más aún en un día que dos (¡dos!) enfermeras me han dejado los (¡los!) brazos como coladores tras un patético intento por entubar un poco de sangre. Genial. Y encima tengo hambre, lo malo es que cuando me llevo algo a la boca siento náuseas y soy incapaz de triturarlo más de un par de veces. Fuera y no como. Pero tengo hambre. Creo que todo era más fácil a los quince, cuando no había sexo de por medio. Aunque aburrido. ¿Y si resulta que la coraza se me ha pegado a la piel y ya forma parte de mí? Jamás me creí fría, sin embargo ahora tengo que detenerme y divagar hasta poder hallar una palabra bonita para los ojos que me miran. Ni los míos transmiten, o sí. No se. “Colegueo”, vale, es lo mejor. ¿Para quién? Y de vuelta a un onírico mareo, cierro los ojos y vuelve a desvanecerse mi arduo intento por abrir la verja del país del sueño. Puto Morfeo.

25 Junio 2009 De tí


He decidido no regalarte una sola palabra más desde que no lo mereces. Ni pensarte. O soñar(te). Siquiera pronunciar tu nombre, porque me da un escalofrío de pies a cabeza. Porque la barrera invisible está a mitad de camino, entre tu y yo, ese muro que tu solo forjaste.


Presa del miedo, decido, también, no volver a escribir bellas palabras en mi mente. Palabras sobre tí. De tí. Para tí. No volver a recrear tu rostro en ese monstruo que tengo por imaginación. No darte alas. No dejar que te conviertas, otra vez, en mi único pensamiento. Ni tampoco en el segundo, ni el tercero. Quiero pensarte, tan solo, cuando no quede otro remedio, cuando te quiera tanto que sea algo involuntario, inevitable, adquirido. Porque, a pesar de todo, voy a quererte más. Mucho más. Simplemente, tu todavía no lo sabes.

21 Junio 2009 All the words

Porque a pesar de todo te sigo echando de menos. Y sin embargo, cada día te siento un poco más lejos de mi. Y es, precisamente, a ese abismo en el tiempo y la distancia al que le siento pánico. Y me tiemblan las manos, la voz, los labios. Y parece que fuera a desvanecer. Porque no soporto los días de largos silencios, los días en que te veo alejar, paso a paso, entre otros paisajes, otras gentes. Y la maldigo a ella, todo cuanto un día quisiste, por no dejarte en libertad.


Como si reescribiendo estuviera, en este momento, delante de ti. De cómo mi imaginación te dibuja. Y me odio por ello. Por seguir queriendo quererte. A lo lejos. En silencio. Por callar todas las palabras que te diría si no fuera tan cobarde.

¿A qué estás esperando? Ven a buscarme...

22 Junio 2009 Newborn's story

Todavía recuerdo cuando nació mi sobrina Marina, un día de octubre, hace casi diez años. Cuando cogí el teléfono y la suegra de mi hermana me dio la noticia, y yo salí a contárselo a todo el mundo, pero no había nadie en casa. Corrí tras el móvil para mandarle un mensaje a mi novio, no me dio tiempo que ya entraban mis padres por la puerta, tras una semana de hospital y sesiones de quimioterapia para el. En cuanto los vi, grité a pleno pulmón: “¡la tata, la tata ya ha tenido la niñaaaa!”. Y recuerdo, con todo lujo de detalles, el brillo que iluminó la mirada de ambos, pero en especial la de mi padre.

Sin dudarlo nos fuimos los cuatro al hospital. Por aquel entonces mi padre aún podía aguantar batallas semejantes, así que allí nos presentamos para conocer a la bebita más guapa que hasta entonces vi. Parecía una conejita, enroscada todavía en posición fetal bajo la manta, con su gorrito y sus manoplas, dormida, tranquila, sonrosada y con unas orejas tan pequeñas que mi hermana pensó que tardaría unos meses antes de poder dejar que se los perforaran para ponerle los pendientes que ya tenía preparados. Todo fue genial.

Desde entonces, ha llovido mucho... Mucho.

21 Junio 2009 I hate

Odio no poder dormir cuando tengo sueño. No poder escribir cuando tengo ganas y, resignarme así, a poder hacerlo sólo cuando realmente estoy inspirada.

Madrugar va en contra de todos mis principios: no lo soporto. No me gusta que me despierte el sonido del teléfono, mucho menos de un fijo. Odio los teléfonos. Es más, lo arrancaría de la pared y lo tiraría por el balcón. Y soy incapaz de articular palabra recién levantada, ni de que nadie me hable en cuanto pongo un pie en el suelo. No puedo. Necesito unos minutos en completo silencio hasta tomar consciencia de la realidad que me rodea.

Cuando veo un bicho me entran todos los ascos del mundo juntos, empiezo a decir: ¡aaaagh! ¡aaaagh, qué asco! Y me entran repelucos. Las salamanquesas lo que más. Pero tampoco se libran las moscas, las lagartijas, los sapos de palpitantes papadas esperando en mitad de la carretera a altas horas de la noche, las serpientes, las arañas, los escarabajos y similares. Eso y los tíos que van muy salidos. Asqueroso y deprimente.

Me da mucha rabia que la gente etiquete, generalice y juzgue a otra gente antes de tiempo. O que por ser quien soy, en un pueblo de costa diminuto, me miren de un modo extraño. Ni que me tachen de millones de cosas sin tomarse la molestia de conocerme.

Creo en la ignorancia como el mejor remedio a un ataque. Suelo ser muy independiente y pasar olímpicamente de gente que se lo merece, cuando se lo merece. Aunque otras veces, me cuesta mucho decirle a alguien que lo quiero. Pero no soy rencorosa, en absoluto.

Me indigna, me irrita y me enfada vehementemente la falsedad, las mentiras y la hipocresía. A pesar de ello, sigo siendo esa ingenua niña que cree en la bondad de las personas, por encima de todo. Sigo teniendo esos ojos pueriles a los que cada día algo le sorprenden.

Me encantan los tatuajes, pero a veces es una pesada tarea la de esquivar miradas por llevarlos en la piel. No suelo saber cómo decir que no a alguien. Me cuesta encontrar palabras de consuelo la mayoría de las veces. Soy demasiado empática. Tengo tendencia a la negatividad conmigo misma, que no con los demás. No suelo contar lo que me preocupa, ni lo que me pasa si es malo, prefiero dar buenas noticias, noticias agradables. Y escuchar antes que hablar. Regalar antes que recibir. Dar sorpresas, cuidar los detalles, aunque nunca nadie me haya dado una a mi. Todo llega. Y compartir, precioso.

Sufro. Soy así, no lo puedo evitar. Por todo. Por todos. Y me como la cabeza hasta creer que voy a volverme loca, que no hay nadie más en el mundo así. Pero lo hay. A pesar de todo, sigo dándole vueltas a esta agobiada cabeza. Y muchas veces creo que no saldré adelante por tal o cual cosa que me esté sucediendo, pero entonces, desde la nada, surge una fuerza que me impulsa a seguir. A luchar. A sobrevivir. Aunque sea rodeada por el caos. Aunque sea ante la situación más difícil que me ha plantado la vida hasta entonces. Y sigo, día a día, pensando en lo pusilánime que puedo llegar a ser, hasta el día en que he salido del hoyo, entonces es cuando abro bien los ojos y me sorprendo del coraje que he tenido.

Y me vuelvo a sentir sin fuerzas, vulnerable.

¡Por favor, qué retorcida puedo ser a veces!

13 Junio 2009 Tengo ganas de tí

Enredando sombras en la penumbra. Dando una y mil vueltas en la cama, al mismo tiempo que mi mente va y viene, buscándote, entre viajes oníricos que me acerquen a ti. Hasta donde tu estés.

Me encantaría tenerte yaciendo a mi lado, mirarte a los ojos, dejar que los míos sigan recorriendo tu rostro: tus negras pestañas, tu nariz, tus morenos pómulos... y dejar que se posen, por unos instantes, en tus gruesos labios. Buscarte entre suaves caricias, recorriendo el tacto de los poros de tu piel, y cogerte entre mis manos, y besarte. Besarte hasta estallar. Besarte hasta no poder más. Y fundir mi alma entre tus brazos, dejando al tiempo avanzar sin que esta vez tengamos que estar pendientes de sus afiladas agujas. Sin que nos asalte un pensamiento que nos diga que hay otro deber más importante. Porque entonces no habrá nada más importante esperando, estaremos solos con nuestros cuerpos desnudos y el deseo.

Los miedos quedarán recluidos en viejos cofres oxidados por aguas inalcanzables. Las preguntas se harán después de hondos suspiros y un sosegado silencio. Arderán, a lo lejos, un par de cigarrillos olvidados, consumiéndose entre la rabia y la envidia. No existirá distancia entre nosotros, más que la necesaria para dejar que un velo de sensaciones ya vividas se hagan nuevas entre los dos. Ni habrá palabras posibles para traducir todo lo que nuestros ojos le dirán al otro, todo lo que durante mucho tiempo otra imagen congeló y ellos tuvieron que resignarse a callar.

En ese momento, el mundo dejará de llorar para unirse a nuestra incontrolable furia. Te tendré dentro de mi, en las mismísimas entrañas, donde todo se teje, allí de donde salen todas las ganas que tengo de ti. Porque a pesar de todo el vacío, muy a pesar de todas esas páginas que siguen en blanco, te echo de menos.

19 Mayo 2009 Aplazamiento

Las cosas que nos causan tristeza, las que nos agarran desde dentro y nos aprietan en las entrañas, las que descompasan los latidos de nuestro músculo latiente. Las mismas que, a pesar de los innumerables intentos, de los recurrentes acechos a esta cansada y asediada mente, no soy capaz de dar la orden al pulsado del botón de inicio para que, cual película, se reproduzcan de nuevo en mi cabeza o, ni siquiera, de tener la suficiente valentía de despojarlos de mi interior para los restos.


A cambio, sólo puedo ofrecerles un nuevo aplazamiento, una nueva evasión momentánea y la reiterada vieja promesa de que llegará el día en que le ponga fecha a nuestro encuentro para el tan deseado enfrentamiento, cara a cara: esos agrios recuerdos y yo.

Por ahora, sigo siendo incapaz de redibujar las pinceladas de tan querido rostro, los trazos del lugar por cuyo largo camino anduve o las sombras de aquellos días al sol. No por ello mi ser es más débil, ni mi alma más frágil o mi corazón se halle más apedazado. Simplemente se trata de una tregua en la que la prisa será la última por llegar. Y ellos lo saben. Y lo entienden. Y yo, por otro ratito, vuelvo a ser capaz de dar un renacido suspiro :D